Tercer día
Al día siguiente Sherezade encontró al joven Ibrahim con semblante preocupado. Junto a la balanza había una enorme sandía.
- Dime, Sherezade, si tengo que pesar algo de tamaño grande que no cabe en la balanza, ¿qué he de hacer?
- Ésta es una buena pregunta, y no es necesario aumentar el tamaño de la balanza. Sólo hace falta la balanza adecuada - y con un tono misterioso añadió- En un rincón de tu pensamiento duerme la solución, sólo tienes que saber despertarla.
Sherezade condujo a Ibrahim al lado del pozo donde una enorme y solitaria piedra con la superficie cóncava servía de abrevadero para los camellos.
- Dime, Ibrahim, ¿qué harías para mover la piedra?
El joven, perplejo durante unos momentos por la pregunta inesperada, le contestó:
- Pues haría palanca con un palo y una pequeña piedra para apoyarlo. Y abriendo la manos con un gesto de interrogación Ibrahim le dijo:
- ¿Y qué tiene ésto que ver con el problema de pesar objetos grandes?
- Juega un poco con la palanca y piensa en tu problema -fué toda la respuesta de Sherezade mientras caminaba hacia la fresca sombra de la jaima.