Primer dia

Sherezade supo de la difícil situación de Ibrahim mientras recorría las tortuosas calles del zoco de Barzaj. No se hablaba de otra cosa.
- Pesar las finas hebras de la flor del azafrán requiere mucha pericia - decían unos.
- Hay que ser muy hábil para pesar las pequeñas piedras de lapislázuli -respondían otros.
- Un muchacho tan joven, tan inexperto, se equivocará fácilmente -suspiraban las madres compasivas.
- Yusuf al-Tahir tiene muy buen ojo y es muy estricto. Ibrahim tiene los días contados -sentenciaban los más viejos.
Aunque el manejo de una balanza parece sencillo, pués en un plato pones lo que quieres pesar y en el otro vas colocando pesas hasta que los platos se equilibren; Ibrahim no tardó en darse cuenta de sus limitados conocimientos sobre el arte de pesar.

Lo intentaba con una pequeña piedra de ámbar, pero por más que pusiera, quitara o cambiara pesas, la balanza no se equilibraba. A pesar de estar protegido del ardiente sol del desierto por la jaima, la cabeza le ardía por la desesperación de no hallar la solución. Fué justo en ese momento que Sherezade surgió de la sombra y le dijo:
- Ibrahim, prueba de poner pesas también en el plato donde hay el ámbar.